Meditación Transpersonal En Red

Ven a la revolución de la Meditación

Aquellos que dicen

Paren el mundo que yo me bajo

saben que el mundo no se va a detener

pero existe una posibilidad

Meditar

La meditación puede detener y transformar tu mundo porque

Meditar es revolucionario

Recuerdo cuando subí por primera vez a un tiovivo. Mi padre me acompañó en ese viaje iniciático para un niño de seis años. Mi madre nos observaba desde fuera. Cuando aquel caballo empezó a subir y bajar, al mismo tiempo que todo giraba, me asusté mucho. Volaba en un Pegaso de cartón piedra y el mundo daba vueltas sin parar. Estaba aterrado, aunque sentía, rodeando mi cintura, las manos fuertes de mi padre. Quise enseguida bajarme del repintado caballo, pero mi padre me dijo: Una vez que empieza el viaje uno ya no puede detenerse.

Aun sigo queriendo detener el mundo.

Como no dejaba de llorar mi padre me bajó del caballo, pero aquel suelo de listones de madera seguía dando vueltas. Veía a mi madre pasar veloz como una sombra y parecía que ella me observaba desde otro mundo, un sitio en el que no había contornos sino manchas de colores fugaces. Era imposible parar la rueda de la vida, ni siquiera mi padre podía hacerlo porque mi padre estaba también dentro de la vida. Yo me estaba mareando y entonces mi padre me dijo: Sube al caballo sujétate en la barra y mírate las manos. Me subí al caballo, me miré las manos y el tiovivo se detuvo.

Si nos miramos a nosotros mismos el mundo se detiene

MEDITAR ES DETENERSE

Dejar de hacer

Dejar de remover la sopa de la vida

Dejar de agitar el cóctel del corazón

¿Y QUÉ ES LO QUE GANO CON DETENERME?

Si nos hacemos preguntas estamos confundiendo el freno con el acelerador. Preguntar es anticiparse. Anticiparse es pisar a fondo. Y de lo que se trata ahora es de reducir velocidad. No preguntes por el después. Solo cambia de pedal.

Permanece en el ahora.

¿Qué ocurre en el ahora ahorahorahorahorahorahorahorahorahorahorahora?

Al principio es una sensación nueva y extraña.

Pero ¿qué es lo que hay?

Hay un vacío y una plenitud

  1. Hay un VACÍO

  • Hay un vacío de acción porque dejo de hacer.
  • Hay un vacío de distracción porque, o bien dejo de anticiparme, o bien dejo de pensar en el pasado.
  1. Hay una PLENITUD

  • Soy consciente del tumulto de pensamientos que invaden mi mente
  • Soy consciente del tumulto de sensaciones físicas que experimenta mi cuerpo.

El VACÍO nos habla de aquello que nos falta cuando estamos quietos.

  • Nos faltan referencias a las que mirar y que son nuestros puntos de apoyo.
  • Nos faltan las cosas que hacer porque meditar es no hacer.

Cuando estamos quietos, las cosas no suceden en el exterior, sino dentro de uno mismo. Porque en el exterior es donde nuestra mente siempre está enganchada a un objeto, un proyecto o un recuerdo.

En el exterior es donde

  • Actuamos, hacemos cosas.
  • Reflexionamos sobre las cosas que tenemos entre manos.

Y así permitimos que una distracción nos haga pisar el acelerador y nos robe la atención sobre lo que estamos haciendo en ese preciso momento.

Cuando estaba en el tiovivo, subiendo y bajando en mi caballito y sin dejar de mirar cómo mis manos sujetaban el mástil, nada sucedía en el exterior. Afuera estaba el mundo girando y si buscaba a mi madre perdía el equilibrio. Nadie era más responsable de mi seguridad que yo mismo, ni siquiera mi padre, porque él tampoco quería perder el equilibrio.

HACE FALTA TIEMPO

Para acostumbrarse a esta aparente no-acción de la experiencia meditativa

HACE FALTA TIEMPO

Para ver con algo más de claridad mientras el exterior sigue girando.

Hizo falta tiempo para que pudiera centrarme en mis manos y mi cuerpo. Hizo falta tiempo para que pudiera entrar dentro de mi.

Cuando meditamos abrimos una puerta que siempre ha estado ahí a nuestro lado, pero que nunca hemos decidido cruzar, es la puerta hacia nosotros mismos.

¿Realmente es tan fácil?

NO

En este mundo de vértigo es muy difícil darse cuenta de que tenemos un modo para entrar en nosotros mismos. Estamos muy ocupados haciendo demandas y satisfaciendo compromisos.

Ignoramos ese vínculo que siempre está ahí a nuestra disposición y que nos pone en contacto con nuestro interior.

Es más fácil querer buscar a mi madre en el vértigo de fuera que buscarme a mi mismo en la quietud de dentro.

Cuando estaba en el tiovivo podía localizar sin problemas a mi madre fuera del círculo, el exterior está señalizado, no faltan carteles ni anuncios publicitarios que nos indican hacia dónde tenemos que dirigirnos.

¿Pero qué ocurre dentro de la experiencia meditativa?

No hay señales, ni caminos, ni tampoco huellas que seguir.

Todo es incertidumbre y confusión por eso debemos abrir mucho los ojos de la mente para no perdernos.

¿Entonces qué sentido tiene meditar si sigo perdido?

Ya he dicho antes que nos gusta anticiparnos. Cuando nos sentamos a meditar imaginamos que vamos a encontrar silencio, quietud y calma. Pero muchas veces nos encontramos dentro de un bullicioso parque de atracciones rodeados de caos y ruido.

La claridad que esperaba encontrar se ha convertido en

NIEBLA

Meditar es también

darse cuenta

de que uno

no está meditando

Meditar nos pone en contacto con lo que hay dentro de nosotros.

Y si hay dolor o angustia, experimentaremos dolor y angustia. En la práctica meditativa dejamos de poner el foco en pensamientos que nos distraen de nuestro dolor. Cuando esas distracciones desaparecen somos conscientes de lo que sentimos realmente. Y lo que sentimos no tiene que ser necesariamente calma y vacío, sino que podemos sentir agitación y zozobra.

Parecía fácil desde fuera pero

no es tan fácil desde dentro.

Sentarse y cerrar los ojos solo es el principio. Un comienzo indispensable y necesario pero no suficiente.

¿Decepcionado?

Ser consciente de la decepción que tal vez me produce la práctica meditativa es darse cuenta de lo que sentimos y eso es también meditar.

¿Y ahora, qué?

Ahora hay que trabajar desde nuestra voluntad consciente.

No basta con querer tener un cuerpo musculado, hay que ir a un gimnasio y trabajarlo con ejercicio y dieta.

La meditación como cualquier revolución exige actitud,

¿Y cómo se trabaja el músculo de la meditación?

  • Practicando la observación.
  • Aprendiendo a estar ahí, un poco fuera del mundo, con los ojos cerrados, sin esperar nada, solo siendo conscientes de la respiración, la postura y la actitud.
  • Dejando que las cosas sucedan y permitiendo que la turbulencia del agua se asiente en el fondo del estanque.

Esta es la primera puerta que hay que franquear: Permanecer inmóvil, con la espada recta y en silencio.

¿Durante cuanto tiempo?

  • Durante el tiempo suficiente para acallar el parloteo mental y ser capaces de alcanzar el silencio más allá del ruido de nuestros pensamientos.
  • Durante el tiempo suficiente para empezar a ver con un poco de claridad.

Y, sobre todo, sin querer esperar nada y sin forzar nada, porque eso volvería a generar el ruido y el desorden.

A veces hay que esperar mucho para obtener algún fruto. La práctica meditativa es un proceso que no se puede acelerar y para cada uno tiene su propio tiempo. No podemos llevar a la meditación los mismos patrones que queremos dejar atrás. Las expectativas y la prisa forman parte del ruido que queremos acallar.

No es lo mismo una mente quieta

que una mente aquietada a la fuerza.

No hay que tener prisa

LA MEDITACIÓN REQUIERE DE TIEMPO

Incluso después de practicar mucho habrá días en los que no aparecerá ninguna consciencia de quietud y calma o conocimiento interno.

Para meditar se requiere una actitud revolucionaria. Porque la práctica meditativa puede resultar escandalosa en un mundo como el actual donde todos los resultados prometidos, además de ser instantáneos, están garantizados.

Cuento Zen:

Un estudiante le pregunta al maestro:

-Maestro, ¿cuanto tiempo me hará falta meditar para alcanzar la serenidad?

Tras un prolongado silencio, el maestro contesta:

-Treinta años

El estudiante acusa el golpe:

-Eh…es un poco largo. ¿Y si me esfuerzo el doble, si trabajo duro, noche y día, y no hago más que eso?

El maestro mantiene un largo silencio y acaba soltando:

-Entonces, cincuenta años.

Meditar es EMPEZAR A VER CON MÁS CLARIDAD

De esta manera ya hemos parado el mundo. El tiovivo se ha detenido. Nos hemos sentado y hemos cerrado los ojos. Pero no para evitar el vértigo o para descansar sino para comprender.

Comprender lo que se siente, así, con los ojos cerrados, la espalda recta y observando la respiración. Comprendemos que el desorden de colores fugaces no es más que el eco del mundo en nosotros.

Existir es percibir el mundo que nos rodea.

Pero ¿cómo nos llega la comprensión?

Para comprender hay dos voces:

  1. La voz de la inteligencia, que nos hace intervenir, actuar, dar forma a la realidad con nuestra intención, voluntad, lucidez y esfuerzo.
  1. La voz de la experiencia, que nos invita a aceptar la realidad tal cual es sin intentar modificarla, dejando que la realidad nos cubra y nos habite por dentro porque la realidad forma parte de nosotros tanto como nosotros formamos parte de ella. Esa es la rendición que nos permite soltar cualquier resistencia a lo que es.

En ambos casos, inteligencia y experiencia, seguimos conectados con la vida y vinculados al mundo, para de esta manera comprenderlo o sentirlo mejor.

Los dos caminos, inteligencia y experiencia, son perfectos, cada uno en su género. Ninguno es superior al otro. Necesitamos ambos, pues la inteligencia moldea nuestra experiencia y la experiencia afina nuestra inteligencia. Solo considerando ambos aspectos, como si fueran dos piernas, podemos caminar por la vida.

  • El primer camino es el de la mente, la reflexión filosófica.
  • Y el segundo, es aceptar el mundo a través de la atención plena, sin tener que pensarlo obligatoriamente,

La meditación revolucionaria no implica ninguna acción, consiste en aumentar la presencia en cada instante, en inmovilizarse para impregnarse de él, en lugar de escaparse o querer modificarlo, mediante la acción o el pensamiento.

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