Como venci mi mayor dificultad para encontrar pareja

Cómo vencí mi mayor dificultad para encontrar pareja

 

Una pequeña historia de mi vida antes de encontrar pareja

Me llamo Francisco Javier Gutiérrez y vivo en Madrid, en el barrio de Lavapiés.
Mi casa está muy cerca de la Plaza de Antón Martín.

En esa plaza está la farmacia El Globo. Esta farmacia tiene en la fachada una reproducción en tres dimensiones de un enorme globo aerostático.

Ya llevaba varios meses en el barrio cuando un día descubrí algo que me pareció muy bonito. Resulta que esa farmacia era la que hacía la crema de manos de mi infancia y que usaba mi madre.

(Entonces vivíamos en Santiago del Campo, un pequeño pueblo de la provincia de Cáceres).

Aún recuerdo bien el olor de esa crema y su caja de color violeta y, por supuesto, el dibujo del globo aerostático cuando no sabía lo que era un globo aerostático.

Como verás más adelante recordar mi infancia y reconciliarme con ella ha sido algo esencial en mi proceso de desarrollo personal.

Cuando tenía 12 años dejamos el pueblo de Santiago del Campo para mudarnos a Cáceres.

Y en 1988 abandoné Cáceres para venirme a Madrid. Eso fue hace 30 años. Había terminado mis estudios de Ciencias Empresariales y vine a Madrid para trabajar en el área financiera de una multinacional.

En el año 2010, tras una profunda crisis de pareja comencé un proceso de búsqueda y autoconocimiento en el que pude escuchar la Voz de mi Alma, es decir pude escuchar a mi maestro interno y todo cambió a partir de entonces.

A partir de ese momento la Vida me llevó por un nuevo rumbo, el camino de aprender a amarme a mí mismo a través del dolor que me causaba no poder encontrar una pareja.

Las heridas de amor y la búsqueda del amor, una búsqueda que no me dio frutos durante mucho tiempo es una parte esencial de mi proceso de sanación y descubrimiento.

A lo largo de esta evolución personal he logrado transformar esas heridas en la mejor oportunidad para sanarme yo mismo y encontrar así la paz interior

Cuál fue mi mayor dificultad a la hora de encontrar pareja

Mi mayor dificultad a la hora de encontrar pareja y alcanzar la paz interior fue ser capaz de ofrecer al otro una mejor versión de mí mismo y abandonar mis creencias sobre lo que pensaba que yo era.

Por ejemplo me resistía a abandonar mi creencia de que amar significaba traicionar mi libertad, como decía una canción de George Moustaki que escuchaba en la adolescencia.

Para justificar y fortalecer mi deseo de libertad y mi anti-dependencia, ponía el listón de la pareja muy alto. De esta manera decía que si mi futura pareja no satisfacía plenamente mis necesidades de amor, aprobación, afecto y libertad , era imposible que pudiera enamorarme

Renunciar a esas creencias significaba mucho para mí, porque renunciar a ser yo mismo significaba renunciar a esa mentalidad anti-pareja que yo creía que me definía.

Yo no quería abandonar esa idea que tenía de mí mismo como un ser que iba a sufrir si se mostraba vulnerable y se abría a la intimidad cuando estás con otra persona.

Una idea que yo venía arrastrando desde la infancia a través de la herida de rechazo de mi niño interior.

Todos tenemos heridas infantiles, las mías son las heridas de rechazo e injusticia.

Como me sentía rechazado me convertí en un niño tímido, huidizo e inflexible. La huida era la máscara que me ponía para evitar el sufrimiento: mejor solo que mal acompañado.

Para fortalecer mi creencia de que los demás me rechazaban crecí hasta la edad adulta con la loca idea de que el amor no era para mí y así, sin darme apenas cuenta, me convertí en un hombre anti-pareja.

No me daba cuenta de que me sentía rechazado en el amor porque era yo mismo quien rechazaba el amor.

Por ejemplo, me encantaba ir al cine solo porque nadie como yo podía entender el séptimo arte. De este modo proyectaba mi necesidad de amor en las películas.

Como le pasaba a la protagonista de la Rosa Púrpura de El Cairo, estaba claro que para mí el amor solo existía en el cine. Pero el cine no era la vida por mucho que a mí me lo pareciera.

La primera relación de pareja que encontré activo mi herida de rechazo

Pasaron los años y todos mis amigos se buscaban novios menos yo. Como no quería reconocer mi envidia observaba a las parejas de mis amigos con arrogancia y soberbia. Como el amor no era para mí pensaba que tampoco podía serlo para nadie. El ataque era mi estrategia para defender mi necesidad de tener razón.

Pero la creencia de que yo necesitaba amor se impuso al fin. Estaba claro que yo también estaba programado para sentir esa necesidad encontrar a alguien de quien depender de forma eficiente.

Y así ocurrió que un día me di cuenta de que estaba enamorado.

Pero como no quería hacerme responsable de mis heridas emocionales infantiles, esas heridas de rechazo e injusticia, las heridas de mi niño interior, comencé a proyectar en la pareja mi dolor.

¿Por qué proyectaba mi dolor? Para recrear esos conflictos de la infancia en los que me sentía rechazado y tratado injustamente.

Como yo seguía valorando mi herida de rechazo no quería soltar el malestar.

De esta manera buscaba que mi pareja resolviera mi herida infantil de rechazo ¿Y cómo lo hacía?

Rechazándola de forma inconsciente.

Por ejemplo, sin darme cuenta, me alejaba de ella escamoteando mis muestras de cariño y afecto.

Es decir, mi niño interior buscaba, a través de la pareja, que lo amasen al mismo tiempo que el Javier adulto buscaba alejarse huyendo de la intimidad.

El resultado de esta táctica inconsciente fue la ruptura. Mi pareja no se sentía amada por mí.

Mi relación de pareja terminó porque hacía a mi pareja responsable de mi bienestar y felicidad. Sin darme cuenta le estaba entregando a mi pareja el poder de ser feliz.
Es como si le dijera, ocúpate tú de las heridas de mi niño interior, que yo no sé cómo hacerlo.

Cuando mi pareja me dejó, llegué a la conclusión de que el amor no era para mí.

Fue la prueba más evidente de que tenía razón. La ruptura fue la confirmación de mi creencia sobre el amor. Las parejas solo traen dolor y sufrimiento. Yo mismo hice que la profecía: estoy mejor solo, se cumpliera al pie de la letra.

Fijaros que con la separación seguía pensando que tenía la razón. Me hice la víctima o el rebelde, que es lo mismo. Cualquier cosa antes que reconocer mi propia responsabilidad en lo que ocurrió.

Entonces comencé una terapia cognitivo conductual que tuvo éxito porque sirvió para sanar mi ego. Recuperé la confianza en mí mismo para amar.

Me recargué de nuevo las pilas, pero, en el fondo seguía siendo el mismo que buscaba conflicto en mis parejas para justificar que es mejor estar solo que mal acompañado.

Encontré otra pareja.

Cuando no aprendes por consciencia la vida te da nuevas oportunidades de aprendizaje. Repetí mis patrones de conducta en una relación en la que tampoco supe jugar a ser feliz y así tras la separación toqué fondo.

Y comprendí entonces que esa última separación solo era el resultado externo de algo interno, que mi fracaso en el amor era algo que solo tenía que ver conmigo y que no había estado dispuesto a afrontar hasta ese momento de mi vida.

La ira en mis relaciones de pareja: en el templo de Marte habita Cupido

Nací bajo el signo de Aries y Marte, el planeta rojo, ha activado mi lado guerrero en las relaciones de pareja.

Cuando juego a tener razón estoy sacando mi lado guerrero.

Antes pensaba que ese lado era el responsable de que no pudiera encontrar pareja, hoy tengo claro que mi lado guerrero solo es la manifestación de mis heridas infantiles.
Unas heridas que mi posible pareja seguramente se encargaría de despertar, así que mejor solo que mal acompañado.

¿Por qué creo que no encontraba pareja?

Porque no estaba dispuesto a abrirme a algo nuevo y permitir que el cambio se produjera en mí. Es decir, no estaba dispuesto a aprender.

No estaba dispuesto a abrirme a lo nuevo porque aún seguía dando valor a mi creencia en el miedo a la intimidad y a mi necesidad de tener razón.

Para que el aprendizaje se produzca uno tiene que estar en disposición de aprender y cambiar y si yo no podía soltar el miedo a la intimidad era porque de forma inconsciente lo seguía valorando.

¿Por qué seguía valorando el miedo a la intimidad?

Porque el miedo a la intimidad me daba identidad.

Porque pensaba que abrir mi intimidad era poner en riesgo la idea que tengo de mí mismo. Si me abro a una relación de pareja es posible que esa pareja me muestre mis sombras más profundas y que me haga de espejo para que yo descubra quién soy realmente.

Por lo tanto la mejor forma de no ver mi propia oscuridad es bloquear mi intimidad y no permitir que nadie tenga acceso a ella.

Pensaba que si tenía razón en esa idea de cerrar mi intimidad yo era más auténtico. Dejar de tener razón significaba perder mi identidad y no estaba dispuesto a eso.

Nos sentimos atraídos hacia aquello que activa el aprendizaje

Me he dado cuenta de que solo me siento atraído hacia aquello que activa mi aprendizaje. Cuando el aprendizaje concluye, ya sea porque he aprendido o porque no puedo aprender, la atracción desaparece y la pareja se termina.

¿Y si la siguiente pareja me confirma de nuevo que es mejor estar solo?

Eso significa que no aprendí la lección y que terminé la relación porque no estaba muy dispuesto a dejar de tener razón y cambiar el concepto que tenía de mí mismo. De este modo la vida, en su infinita generosidad, me daba otra oportunidad de aprender.

¿Y si no aparecía una pareja una pareja en mi vida significa que también estaba aprendiendo?

Si no parecía una pareja significaba que yo aún seguía dando valor a mi creencia de que el amor es peligroso y causa de sufrimiento. Y para confirmar esa creencia cualquier persona que aparecía en mi vida tenía algún tipo de limitación para ser mi pareja.

Todas mis relaciones de pareja empezaron de la forma habitual, es decir, inconscientemente y creyendo que tener pareja significaba perder mi libertad. Por eso trataba de obtener del otro tanto “amor” como fuera posible antes de que el amor se terminara.

¿Por qué digo ahora amor entre comillas?

Porque cuando intentas obtener algo del otro, llámalo amor o necesidad de sentirte querido y valorado, eso no es amor.

Byron Katie en su libro Amar lo que es, dice:

“Si tuviese una oración sería esta: Dios, líbrame de desear amor, aprobación y afecto. Amén”

Byron Katie

Pienso que el hecho de que un alma afín NO aparezca en mi vida no es casual, como tampoco lo es que una relación se termine.

Creo que ambos acontecimientos responden a demandas internas que mi evolución personal necesita experimentar.

Esto fue lo que aprendí en el proceso de desarrollo personal

  • Aprendí que nadie puede darme la felicidad ni resolver lo que finalmente es un asunto de mi incumbencia solamente.
  • Descubrí que el amor no puede darse ni recibirse solo puede compartirse y expandirse porque el amor ya forma parte de cada uno de nosotros.
  • Averigué que a la vida le da lo mismo que tengas pareja o no, la vida lo que quieres es que ames de verdad.

Cada uno de nosotros es amor en ausencia de miedo.

Aprendí que en el templo de Marte siempre habitó Cupido, pero yo no lo sabía.

Ahora puedo decir esto desde una paz y una serenidad que me ha costado mucho conseguir.

Es precisamente porque he llegado a esa comprensión que quiero contarte cómo lo hice, cómo lo logré.

Para que el cambio se produjera dentro de mi tuve que adquirir una mentalidad de principiante, es decir, una mentalidad de no saber, y permitir el proceso de cambio.

Tuve que permitir abrirme a lo nuevo y a lo desconocido.

Hice caso a la voz de mi alma, la voz de mi Espíritu o mi Ser Interior.

Esa llamada interior fue la que me guio durante todo el proceso de cambio. Reconozco que hasta ese momento de mi vida había ignorado mis inquietudes espirituales.

La espiritualidad le dio un nuevo sentido a mi existencia.

Ahora sé que la pareja es el mejor espejo donde se reflejan mis mejores cualidades y también mis sombras más profundas.

He descubierto que la razón de no encontrar pareja era el miedo a que mi futura pareja me mostrara esas sombras profundas, esa parte que no quiero ver de mí mismo.

Aprendí que el sufrimiento solo aparece cuando hago caso a mis creencias equivocadas sobre lo que creo de mí mismo y no me abro a lo nuevo que está por venir.

Y lo que creía era que amar era perder la libertad. Cuando pensaba así le estaba entregando a mi futura pareja la llave de mi felicidad.

Ahora sé que una relación de pareja debe nacer con un propósito común claro.

La finalidad de la pareja no es encontrar una relación perfecta sino aprovechar cualquier oportunidad para llevar a mi mente más allá de la idea que tengo de mí mismo.

Solo abandonando la idea de lo que creía de mí pude descubrir quién soy realmente.

Los beneficios de alcanzar la paz interior

El principal beneficio es que ha cambiado mi forma de relacionarme cuando busco una pareja o cuando estoy en pareja:

Ya no tengo miedo de defraudar al otro por temor a que deje de entregarme su amor.

Amo al otro y amo también aquello que tenga que separarnos porque estoy seguro de que cada uno debe seguir su propio camino de descubrimiento y realización.

La pareja es el mejor camino que me ofrece la existencia para seguir evolucionando y descubriendo quién soy realmente.

Pero yo solo no pude darme cuenta de todas estas comprensiones y descubrimientos.

Me tuvieron que ayudar, con sus amorosas demandas y con su luz consciente, ellos, mis parejas, tanto las fugaces y efímeras como las estables.

Me tuvieron que ayudar todas las personas que se cruzaron en mi vida con las que compartí mi intimidad, ya fueran unas pocas horas o varios años.

Desde aquí los honro a todos y les hago llegar todo mi amor.

Lo que me enseñó una fugaz relación de pareja

Recuerdo una de esas parejas fugaces. Habíamos pasado todo el fin de semana juntos en su casa.

Fue un fin de semana muy intenso con muchas emociones, tanto expansivas como contractivas. Recuerdo que reímos y lloramos.

El domingo por la noche íbamos por Callao, el centro de Madrid, camino de mi casa, y de repente me acordé de que no había ido al cine a ver una película que estaba en mi agenda cultural del fin de semana. En aquella época ir al cine era algo obligatorio para mí.

Mi amigo al ver que lamentaba amargamente no haber ido al cine, me preguntó: ¿No es mejor haber vivido una película conmigo este fin de semana que haber visto una película en el cine?

No recuerdo lo que le contesté. Pero sí recuerdo mis emociones. Me enfadé. No estaba dispuesto a dejar de tener razón.
¿Por qué me resistía a dejar de tener razón?

Porque el cine no me mostraba aquello que no quiero ver de mí. Los actores no me enfadaban como me había enfadado él ese fin de semana.

Esa pequeña conversación me sigue acompañando durante todos estos años.

Entonces no me daba cuenta, pero detrás de ese enfado estaba mi miedo a la intimidad, mi miedo a sentir, mi miedo a vivir.

Hacer toma de conciencia de lo que pasaba en mi interior y penetrar en mi corazón era muy difícil para mí en aquella época. Mi niño interior estaba muy asustado.

Han pasado más de 20 años de aquella conversación.

“El amor es tan bueno como dicen. Vale la pena luchar por él, ser valiente, arriesgarlo todo. Porque si no arriesgas nada, corres un peligro aún mayor”.

Erica Jong

Hoy, el Javier anti-pareja, no podría estar más de acuerdo.

Como dije antes, la pareja es el mejor camino que me ofrece la existencia para seguir evolucionando y descubriendo quién soy realmente.

Ser feliz en pareja no es una cuestión de suerte sino de aprendizaje

Dice UCDM que no podemos dejar de enseñar porque no podemos dejar de aprender.

Tal vez por eso la mejor manera que he encontrado para seguir descubriendo ha sido acompañar a otras personas a transformar sus conflictos de pareja en valiosas herramientas para alcanzar la paz interior.

Siguiendo este proceso me formé durante tres años en la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal, especializándome en Terapia Transpersonal de Parejas, me formé en Programación Neurolingüística y después en Coaching Consciente de Parejas.

Y aquí estoy.

Si yo he podido alcanzar la paz interior tú también puedes alcanzarla.

En el próximo vídeo te contaré como puedes lograr tu propósito.

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