Terapia Transpersonal bypass espiritual

¿Utilizas el bypass espiritual para escapar del dolor?

Hacia el final de Blade Runner, el replicante Roy muere dejando escapar una paloma que tiene entre las manos.

“Es hora de morir” le dice al policía Rick Deckard.

El superior Gaff llega poco después, y marchándose, le grita a Deckard: “Lástima que ella no pueda vivir, pero ¿quién vive?”

A veces evitamos la vida a través del bypass espiritual, es decir utilizando nuestras creencias espirituales para no enfrentar nuestros sentimientos dolorosos o para evitar las heridas no resueltas o nuestras propias necesidades de desarrollo.

Pienso que usamos un bypass con más frecuencia de lo que estamos dispuestos a reconocer.

El nihilismo puede ser un bypass para decir Es hora de morir cuando la vida sale a tu encuentro.

Pero ¿quién vive?

Decir sí a la vida es decir sí al cuerpo, al ego, a la mente y a la pasión.

Solo después podemos afirmar como el replicante Roy: “Es hora de morir” y soltaremos esa paloma que con su vuelo divino hacia la luz no solo nos reconforta sino que además nos trasciende.

Pero esta paloma solo tiene sentido después de la muerte del cuerpo que ha vivido.

Para mí el bypass espiritual consiste en soltar esa paloma antes de haber vivido lo suficiente o lo necesario.

La oruga no puede dejar de ser oruga por muy bella que sean las alas de mariposa que le esperan.

La oruga solo puede ser oruga desde su realidad viscosa de insecto.

Cuando el niño era niño

Cuando era niño aspiraba a ser santo porque creía que la santidad me garantizaba el Cielo.

La santidad era el agujero de gusano que podía conectar mi realidad mortal con mi anhelo espiritual.

Y si sabía algo con seguridad era que no quería ir al Infierno.

Tenía una abuela devota de la virgen del Carmen que, misa a misa, alimentó mi pequeño dragón con semillas de fuego y culpa.

A los pies de un enorme bajorrelieve en el que podía ver a las pobres almas en desgracia arder en un purgatorio a todo color, ella me decía: Eso es lo que te espera si no eres bueno, las calderas de Pedro Botero.

Imaginaba muchas veces el Infierno y lo veía como una oscura mansión de paredes ardientes donde el Diablo era el único que no ardía.

Mi abuela también me narraba las vidas ejemplares de los santos que sufrían martirio por Cristo.

Estaba claro que el dolor y la muerte eran caminos de santidad.

Tal vez así descubrí el erotismo del dolor.

Recuerdo en mi adolescencia los martirios de santos que ilustraban los libros de religión. El bondage de san Sebastián que pintó El Greco es para mí un icono indeleble.

Es posible que en ese momento de mi infancia comenzara a elaborar mi primer bypass espiritual.

Como un joven Montecristo que es consciente de la celda en la que le ha tocado vivir fui construyendo un túnel de mutismo que me alejara de la realidad al mismo tiempo que me conectara con Dios y la salvación de mi alma.

El niño lombriz cuanta más tierra tragaba más lejos estaba de la vida que palpitaba en la superficie.

Dice Nisargadatta que el único objetivo de la vida es vivir

¿Pero quién vive?

Empeñado como estaba en no pecar a duras penas podía ser un niño normal.

Las travesuras de mis amigos me hacían sentir tan culpable que no podía disfrutarlas. Lo que para cualquier otro niño era una aventura para mí solo era un infierno.

Los adultos lo llamaban timidez pero era miedo a vivir.

Tal vez creía que el miedo a pecar justificaba el miedo a vivir.

Es posible que decidiera desconectarme de la vida al mismo tiempo que me enchufaba a los estudios, la televisión, los libros de Enid Blyton y las pajas.

Abandoné cualquier iniciativa y reprimí el impulso vital a costa de ganarme la admiración por mi buen comportamiento.

Mi dragón seguía creciendo y mis esfuerzos por controlarlo me volvían irascible y violento. Y cuando la vida me besaba en la boca huía aterrado.

Ser seleccionado a los diez años para una representación de primeros auxilios ante el excelentísimo gobernador provincial, en contra de la suerte que todos pensaban, fue para mí un castigo divino.

No lo hice. No fui capaz de simular que me rompía una pierna y que me rescataban en una camilla. Solo era una imitación a la vida, pero no pude imitarla.

Mi único consuelo era mi madre y, por encima de esa matrioska rusa, Dios.

Es verdad que no vivía esta vida pero me esperaba otra que era mucho mejor. Tal vez vivía identificado con Jesús o con los seminaristas de las catequesis a quienes admiraba.

Y al mismo tiempo que imaginaba el Infierno pensaba muy a menudo en el Cielo, y aún hoy recuerdo la imagen que tenía de ese lugar lleno de nubes donde un viejo alto y mudo, llamado Dios Padre, era el gran jefe.

El cine como imitación a la vida

Es fácil creer que uno vive intensamente cuando en realidad nunca he abandonado la famosa butaca de confort.

El cine ha sido otro gran bypass de mi vida.

Un domingo por la noche, hace muchos años, paseaba por Callao con un chico con el que había pasado todo el fin de semana. Un fin de semana que 20 años después sigue siendo inolvidable.

Íbamos por Callao camino de mi casa cuando me acordé de que no había ido al cine a ver una película que “inevitablemente debía haber visto” ese fin de semana.

No recuerdo qué película era, pero lo dije en un profundo tono de lamentación ya que había estado tan “ocupado” que no había tenido tiempo material de cumplir con ese compromiso.

Aún escucho su respuesta con su acento limeño: ¿Y no te parece mejor vivir una película conmigo que verla en el cine?

Recuerdo bien mi reacción y mi estupor.

No es lo mismo, dije.

Volvía a rebajar la vida a la categoría de imitación a la vida.

Del mismo modo consideraba perfectamente integrada mi vida sexual solo porque salía por Chueca los sábados por la noche.

Noches entre rejas, como dice Carlos Berlanga. Escondidos en parapetos, sumergidos en trincheras, ocultados de mil maneras.

Para pescar es preciso ponerse cerca del mar, pero yo le tenía pánico al agua.

Me sentía invisible en las discotecas. Sin embargo afirmaba ufano y convencido que yo había salido del armario.

Chueca era un bypass sexual como puede serlo Kay Zen en el modo espiritual.

Este monasterio del siglo XXI me esconde del resto del mundo. Llego un viernes al mes dispuesto a sumergirme en la búsqueda del Ser.

Como un pequeño Nemo durante dos días aprendo a vivir fuera de la pecera. Pronuncio frases de poder. Amo y ensancho el alma como dice Extremoduro. Digo que ha sido un intenso fin de semana y el domingo compruebo el nivel de transformación antes de meterme en la pecera de nuevo.

Como decía Fidel Delgado, el mérito no es hablar de Pocoyo en Kay Zen a seres inquietos como nosotros, sino a las almas que viajan en metro y que llevan consigo su propio purgatorio.

Kay Zen, Chueca o un novio efímero solo son besos en la boca de la vida, pero no son la vida que uno decide, o no, vivir.

¿Pero quién vive?

En Blade Runner los replicantes toman conciencia de que no son humanos, sino robots con falsos recuerdos. Aun así deciden vivir, aunque vivir para ellos sea sobrevivir.

En las constelaciones familiares se observa cómo los humanos preferimos morir antes que vivir.

Decir sí a la vida es más difícil que lamentarse de la vida. Pienso que detrás del bypass espiritual se esconde esta verdad.

¿Cómo me plantearía la vida si fuera un replicante?

Si un día descubriera que mis recuerdos no son reales y que nunca tuve una familia y una infancia ¿decidirá seguir viviendo como si los hubiera tenido?

Esa es la elección entre la pastilla roja o azul de Matrix.

Crecer duele y lo sabemos desde que nos salieron los dientes.

Pero el dolor está excluido de la euforia del buen rollito.

El almíbar espiritual solo es una almohada para que no duelan los golpes.

Pero toda luz nace de un desgarro.

Ya no animo a nadie a que abandone su malestar. Compasivamente intento sostenerlo.

Como le decía su madre a Florentino Ariza cuando rompió su relación con Fermina Daza: Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas, que estas cosas no duran toda la vida.

El replicante Roy es consciente de que el tiempo se le acaba porque empieza a sentir parálisis en sus manos, sin embargo no renuncia a la vida aunque sabe que es un androide.

Esta forma de aferrarse a la vida nada tiene que ver con la forma desesperada que tenemos de agarrarnos a la vida cuando sabemos que vamos a morir y tenemos miedo porque no sabemos qué hay después.

La forma de decir si a la vida de un androide como Roy es una lección de entusiasmo y goce ante la experiencia de vivir.

Solo ha vivido cuatro años, pero ha visto cosas que Deckard, su asesino, un humano (¿?), apenas puede imaginar.

Roy sabe que la vida solo puede experimentarse desde el cuerpo.

Cuando decide clavarse un hierro en la palma de su mano para retrasar la parálisis que está sufriendo, solo está invitando al dolor a que se apodere de sus sensaciones, porque decir sí a la vida es experimentar dolor antes que no experimentar nada.

Gracias por escucharme

Ubuntu!

2 comentarios en “¿Utilizas el bypass espiritual para escapar del dolor?”

  1. Hola, Francisco. He escuchado tu conferencia sobre el dolor de una ruptura y he llorado. No queria llorar justo ahora. Ayer fue mi cumplea;os, me habia puesto musica para limpiar la casa y he quedado para comer. Pero he llorado. No me ha quedado otra. Tengo media hora para arreglar mi cara y salir a la calle a vivir. Despues de. Hace un a;o y medio casi. Y todavia no me he curado. La gente cree que si. Aunque yo le digo que no, que todavia me falta, porque no he podido perdonar. Intelectualmente lo se todo. Emocionalmente no puedo. Espiritualmente no tengo ni idea de que es lo que esta sucediendo con eso. Escribo, escribo, escribo. No quiero hacerte la pelota, pero te he sentido muy cercano hablando en tu charla. Busco, busco, busco. Mi ruptura de pareja fue la crisis mas grande de mi vida, y eso que habia pasado por muchas rupturas de pareja antes. Fue la que abrio todos los abismos del dolor. Y sigue la crisis. Lo intento, te juro que lo intento. Quiero ver la hermosura de todo esto, y a veces la intuyo. Pero son rayos fugaces. Me gusta mi vida. O no. No se. Nunca crei que podria tener tan poco suelo bajo mis pies. Y todavia me admiro de poder vivir asi. Y reirme tanto. No se que significara todo esto. Creo que sigo por curiosidad. Siempre ha sido asi. Y cuanto amo a algunas personas. Me gustaria poder amar mas. Solamente quiero eso. Amar.
    Por cierto no pongo los acentos porque mi teclado esta desconfigurado.

    1. Gracias María por tu generosidad al compartir tu experiencia.

      No hay tiempos establecidos para superar una crisis de pareja. Cada uno necesita su propio tiempo. Nadie sabe mejor que tú misma en que momento te encuentras. Sé generosa con ese proceso y cuídalo.

      Llorar es una forma de sanar. Cuando conectas con el dolor y brota el llanto, el dolor te está invitando a que lo atravieses y lo cruces. Pero ese camino a través del dolor es lento y que te parezca largo no significa que no sea el que debes cruzar. Además no hace tanto tiempo que ocurrió la ruptura.

      Tocas muchos temas así que te escribiré para ampliar mi respuesta por email.

      Un abrazo

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